Primero fue Internet (Web 1.0), que no era más que un conjunto de documentos (páginas web). Todo lo que se podía hacer en Internet era mirar esas páginas web.
Luego, la red se hizo más avanzada (Web 2.0). Ahora, en lugar de limitarse a leer páginas web, la gente podía comunicarse con otras personas. Era el Internet de las personas. La gente hablaba con otra gente.
Ahora tenemos la nueva generación de Internet (Web 3.0), también conocida como la Internet de las cosas. En ella, las personas pueden comunicarse con las cosas o, lo que es más interesante, las cosas pueden comunicarse con otras cosas.
Imagina que puedes encender el aire acondicionado o las luces de tu casa antes de llegar a ella desde el trabajo. ¿Y si tu teléfono, que conoce tu ubicación actual (gracias al GPS), es capaz de decirle al interruptor inteligente habilitado para Internet de tu casa que encienda las luces justo cuando estás a punto de llegar a ella?
Esto es sólo la superficie de lo que es posible a través del IoT. Cuando diferentes cosas empiezan a hablar entre sí, sin intervención humana, se abre un amplio abanico de posibilidades.