El Internet de las cosas (IoT) puede definirse como la red de objetos físicos -dispositivos, vehículos, edificios y otros elementos- dotados de electrónica, software, sensores y conectividad de red que permite a estos objetos recoger e intercambiar datos. Gracias a que los objetos informan de los datos en tiempo real, los usuarios tienen la posibilidad de tomar decisiones más rápidas y precisas.
Un ejemplo de ello es un frigorífico conectado a Internet. Los sensores del interior del frigorífico pueden detectar la presencia de varios alimentos en su interior. Los datos sobre los mismos se suben a la nube a través de Internet. Así, la próxima vez que vayas al supermercado a comprar alimentos, recibirás una alerta sobre lo que debes comprar en tu teléfono móvil. Del mismo modo, la lista de la compra podría rellenarse automáticamente a medida que los productos se acerquen a su fecha de caducidad o a su consumo completo. Una lista precisa y en tiempo real reduce el despilfarro, ya que el consumidor no adquiere artículos innecesarios, lo que provoca un exceso de artículos con fechas de caducidad próximas.
Un proceso visible y transparente mejora la eficiencia, reduce el desperdicio y permite la trazabilidad. El alcance del IoT es muy amplio y las posibilidades de uso de los dispositivos conectados a Internet son infinitas.