Internet de las cosas (IoT)
es un entorno de objetos físicos enlazados que llegan a través de la red. El «objeto» de la IO puede ser una persona con una pantalla de corazón o un coche con sensores incorporados, es decir, objetos a los que se les ha asignado una dirección IP y que tienen la capacidad de acumular y mover datos a través de una red sin necesidad de ayuda o tratamiento. La innovación incorporada en los objetos les ayuda a interactuar con los estados internos o el entorno exterior, lo que repercute en las decisiones tomadas.
En los últimos años, el IoT se ha convertido en una de las tecnologías más importantes del siglo XXI. Ahora que podemos conectar las cosas del día a día -electrodomésticos, automóviles, termostatos, pantallas de bebés- a la web por medio de artilugios integrados, es posible la comunicación sin fisuras entre personas, procesos y puntos.
Gracias a los ordenadores de bajo coste, la nube, los grandes datos, la analítica y las modernas tecnologías móviles, los puntos físicos pueden compartir y reunir datos con muy poca intervención humana. En este mundo hiperconectado, los sistemas digitales pueden grabar, seguir y ajustar cada interacción entre los puntos conectados. El mundo real cumple con el mundo electrónico… y trabajan juntos.