Amazon Echo es un ejemplo destacado de lo importante que es la «nube» para los productos y servicios del IoT. El dispositivo en sí es poco más que un micrófono y un altavoz conectados a la red. Prácticamente todo su valor proviene de la capacidad de enviar fragmentos de audio a la ridículamente potente red de servidores de Amazon, que luego hace el verdadero trabajo de procesar tus preguntas y comandos y responder con todo, desde la lectura de sugerencias de recetas hasta la transmisión de música.
Puedo ver fácilmente que éste y otros dispositivos similares se convertirán en prácticamente omnipresentes sólo porque ofrecen unas pocas funciones realmente útiles y suponen una demanda extremadamente baja para el usuario final. Lo mismo podría decirse de un servicio similar a Siri si los fabricantes de teléfonos pudieran averiguar cómo escuchar tu voz mientras el teléfono está en tu bolsillo.
Ahora bien, en cuanto al hecho de que Echo et.al. siempre está escuchando *algo* y dirigido por una empresa empeñada en venderte todo y cualquier cosa que puedas necesitar… bueno, eso es otro asunto completamente distinto. Me imagino que mucha gente decidirá que puede vivir con ello, ya que Amazon ya conoce sus hábitos de compra, sus preferencias de visualización/escucha de los medios de transmisión de Amazon, etc. — En otras palabras, para muchos la disminución de la privacidad percibida puede ser pequeña.
Dicho esto, en mi casa no encontrarás uno.