Se instalaron en casi todas partes y, después de que muriera toda la histeria, nadie se volvió estéril, nadie desarrolló cáncer (a causa del contador) y la información confidencial de nadie se difundió por el universo. Leían la energía con precisión y la informaban convenientemente, junto con otras múltiples características que ayudaban a la empresa de servicios públicos y al consumidor. Caramba, ¡como una vacuna!